La receta que hoy os traigo es un plato típico de la cocina Canaria. La primera vez que lo comí me encantó. Me acuerdo que un compañero de mi marido nos llevó a un bar y lo primero que nos dijo fue: no os asustéis por el sitio pero se come de maravilla. La verdad que era un local muy pequeñito con una gran barra, al fondo una cocina muy pequeña (vamos, que podríamos definirlo como bastante cutre y todo), pero no paraban de salir raciones de croquetas, calamares, atún en adobo, cochino frito, etc.... y bocadilos. Los bocadillos salian de la cocina ya preparados y envueltos en papel de plata en calderos y los colocaban encima de la plancha.
La pila de bocadillos desaparecía en cuestión de minutos, ya que era un local situado muy cerquita de la playa y donde los surferos van a coger olas. Para pillar sitio en la barra había que hacer malabares, y aparte del gentio sólo se oia: Mariii... una de calanares, Mariiií... una de atún, Mari....
Todo lo que pedimos me supo a gloria y hemos seguido yendo. Con el paso del tiempo los dueños cogieron un local al pie del Paseo de las Canteras, pero no cambió su esencia. Aún hoy en día sigue en el mismo sitio y sigue estando lleno. El bar se llama Casa Ñoño (o Bosmediano). Si algún día venís a Las Palmas pasaros por allí.
La receta la saqué de un panfleto publicitario sobre atún que me dieron en la pescadería. Lo guardo como oro en paño.
Ahora empieza la temporada de atún listado, y aprovechando que está a buen precio, compré un atún. No son muy grandes y como hacía mucho tiempo que no lo preparaba y me lo pedían en casa, me puse manos a la obra.
La receta es muy fácil, pero requiere su tiempo de reposo. Pero os aseguro que merece la pena.